Con cada café en Monín, Irania Javier muestra su superación
DOMINGO, 31 AGOSTO 2025:- Desde San Luis, Santo Domingo Este, esta madre soltera levantó una cafetería que pasó de ser una necesidad a convertirse en su proyecto de vida y sustento
Irania Marina Javier, de 32 años, es la dueña de Monín, una cafetería ubicada en San Luis, Santo Domingo Este, que más que un negocio se ha convertido en su proyecto de vida. Desde ese pequeño local, esta madre soltera levanta cada día una historia de lucha que hoy la coloca como un ejemplo de lo que significa resistir, reinventarse y avanzar.
Pero llegar hasta aquí no ha sido fácil. La vida le arrebató a su madre cuando apenas era una niña, y junto a su hermana creció bajo el cuidado de una tía que asumió la responsabilidad de darles amor y disciplina. “Mi papá siempre estuvo pendiente, pero fue mi tía quien se encargó de criarnos”, recuerda. Esa infancia marcada por la ausencia temprana le enseñó que de la adversidad también pueden salir fuerzas inesperadas.
La juventud de Irania se desarrolló en un San Luis que ella describe como un lugar tranquilo, de gente cercana, donde las costumbres cambian poco. Fue allí donde terminó el bachillerato y soñó, como muchas jóvenes, con estudiar y avanzar. Le pidió a su padre una computadora para continuar sus estudios, pero la respuesta fue negativa por falta de recursos. Ese no fue un no cualquiera: la molestia la llevó a rebelarse y a decidir que empezaría a trabajar.
Así llegó a una zona franca, siguiendo los pasos de varias amigas. No imaginaba que en ese escenario viviría uno de los golpes más fuertes de su vida: un accidente que estuvo a punto de costarle una pierna. “Me desbaraté casi una pierna, duré alrededor de cinco años en recuperación”, cuenta. En ese tiempo también quedó embarazada, lo que sumó nuevas responsabilidades a sus días de convalecencia. Cuando logró reincorporarse, lo hizo con el empeño de levantar un patrimonio. Se trazó la meta de construir una casa con ayuda de la cooperativa y sus ahorros. Trabajó sin descanso, convencida de que podía salir adelante. Fue entonces cuando un supervisor cercano, que veía en ella cualidades diferentes, le sugirió abrir una cafetería. “Yo pensaba en vender fantasías, pero él me hizo ver que lo mío podía ser otra cosa”. Y tenía razón.
Así nació la primera versión de Monín, instalada en la galería de su casa. Al principio era solo una manera de generar ingresos extras, pero poco a poco la idea fue calando. Irania misma reconoce que no le tenía amor al negocio al inicio. Era un recurso para sobrevivir. Sin embargo, con el tiempo, las cosas comenzaron a tomar forma.
La transformación real llegó con el proyecto Mujeres SuperEmprendedoras, del programa Supérate, al que entró casi por casualidad. “Me invitaron por un grupo de WhatsApp y decidí ir. En el primer taller lloré mucho porque hablaban del valor del emprendimiento y de cómo darle sentido al sacrificio. Eso me tocó el alma”, dice.
Irania busca levantar un patrimonio.
San Luis ha visto crecer a Irania y sostener el negocio.
En este lugar la clientela es cada día más grande.
A partir de ahí, la cafetería dejó de ser solo un medio de ingresos y se convirtió en un proyecto con propósito. Los talleres le ayudaron a organizar sus finanzas, administrar mejor, y, sobre todo, a recuperar su autoestima. Con ese impulso compró un freezer adicional, un exhibidor y fue modernizando el local. También registró oficialmente el nombre Monín en la Oficina Nacional de la Propiedad Industrial (Onapi), un paso que para ella simboliza formalidad y orgullo.
Hoy, su cafetería genera más de 50 mil pesos mensuales, una suma que le permite sostener a su hijo y vivir con dignidad. Pero más allá de las cifras, lo que más valora es la seguridad interior que ha recuperado. “Me siento más fuerte, más enfocada. Ahora tengo visión de futuro”, afirma en la conversación.
San Luis ha visto crecer a Irania de niña huérfana a mujer emprendedora. Sus vecinos ya no la reconocen solo como la muchacha que un día sufrió un accidente, sino como la mujer que se levantó, que abrió su cafetería y que sigue demostrando que los obstáculos pueden convertirse en plataforma de crecimiento.
A las demás mujeres que viven situaciones difíciles les deja un mensaje claro: no quedarse de brazos cruzados. “Aunque una esté sola, aunque parezca imposible, siempre hay un camino si una se capacita. Estos cursos no cambian solo el negocio, cambian la vida. Si yo pude, otras también pueden”, asegura.
La historia de Irania Javier es la de alguien que transformó la necesidad en oportunidad, y la oportunidad en propósito. Con cada café que sirve en Monín, reafirma que su trayecto, lleno de caídas y levantadas, tiene sentido. Y que en esa cafetería de San Luis late no solo un emprendimiento, sino también la certeza de que la consistencia abre puertas que parecían cerradas.
Origen
la juventud de Irania se desarrolló en un San Luis que ella describe como un lugar tranquilo y de gente muy cercana
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