El sur renace: Turismo de experiencia como clave del desarrollo sostenible
JUEVES, 19 E JUNIO DEL 2025: Durante años, el sur de la República Dominicana fue una joya dormida. Con una diversidad ecológica extraordinaria, cultura viva, gastronomía auténtica y paisajes majestuosos, esta región fue vista —por demasiado tiempo— como territorio de promesas postergadas. Sin embargo, un nuevo modelo comienza a levantar esa cortina de olvido: el turismo de experiencia, y con él, el sur se perfila como la nueva frontera del desarrollo turístico sostenible del país. Uno de los casos que mejor ilustra esta transformación es Ocoa Bay, en Azua, un proyecto pionero que ha logrado consolidarse como el primer viñedo turístico del Caribe insular, atrayendo a visitantes de todo el mundo no solo por su vino, sino por la experiencia inmersiva que ofrece entre viñedos, huertos, gastronomía local y arquitectura integrada al paisaje.
El nuevo turista: busca alma, no solo alojamiento
En la última década, el perfil del turista ha cambiado radicalmente. Según datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT), más del 60% de los viajeros internacionales priorizan hoy experiencias auténticas y sostenibles por encima de los modelos tradicionales de sol y playa. No basta con hoteles todo incluido. Se busca conexión, aprendizaje, cultura, naturaleza real y contacto humano. Y ahí es donde el sur dominicano tiene una ventaja estructural. Esta región no ha sido aún colonizada por las grandes cadenas hoteleras ni por el turismo masivo, lo que permite diseñar desde cero una estrategia distinta: con identidad, respeto y valor local.
Cabo Rojo: un megaproyecto con responsabilidad ambiental
La gran apuesta del Estado en el sur es el proyecto de desarrollo turístico de Cabo Rojo–Pedernales, que contempla más de 12,000 habitaciones hoteleras, un nuevo aeropuerto y una red de servicios con enfoque en sostenibilidad. A diferencia de otras experiencias en el país, esta iniciativa —si se mantiene en la ruta planteada— representa un modelo replicable de turismo verde, donde el desarrollo no significa destrucción, sino conservación activa y prosperidad compartida. Pedernales, con joyas como Bahía de las Águilas, el Hoyo de Pelempito o el Parque Nacional Jaragua, está llamado a liderar el turismo ecológico del país, atrayendo a visitantes de alto perfil que no buscan fiestas ni masificación, sino vivencias transformadoras.
Ocoa Bay: lujo experiencial desde la autenticidad
En este nuevo mapa, Ocoa Bay se alza como símbolo de lo que el turismo del sur puede y debe ser. El visitante aquí no solo consume, participa. No solo observa, aprende. Recorre viñedos adaptados al clima tropical, toma catas guiadas por expertos locales, degusta platos orgánicos de cosecha propia y se hospeda en villas diseñadas con respeto al entorno. Esta propuesta ha demostrado que el lujo no está reñido con la sostenibilidad ni con la identidad, y que es posible atraer turismo de alto valor sin renunciar al carácter local. Además, su impacto en la economía de Azua ha sido directo: empleo, formación, orgullo y visibilidad para una provincia que por años fue invisible en los planes turísticos nacionales.
Barahona, Ocoa, Neyba y más allá: un corredor de vivencias
Más allá de estos dos polos, el sur ofrece un abanico de experiencias tan diversas como poderosas. En Barahona, el turismo ecológico se abre paso con fuerza: rutas al Lago Enriquillo, balnearios como San Rafael, surf en Paraíso, hospedajes comunitarios y avistamiento de aves en la sierra. En San José de Ocoa, el turismo agrícola y educativo ha encontrado un nicho natural: visitas a fincas, participación en cosechas de café y vegetales, experiencias con comunidades rurales que hoy generan ingresos sin salir de su territorio. Zonas aún poco conocidas como Neyba, Tamayo o Duvergé, con sus lagunas interiores, historia vitivinícola y riqueza natural, comienzan a entrar al radar de operadores turísticos interesados en lo que el sur tiene de sobra: realidad, sabor y raíces.
El desafío: crecer sin imitar
Para que esta transformación sea duradera y justa, el turismo de experiencia en el sur debe crecer con visión. No se trata de copiar modelos del Este ni de llenar de concreto las montañas. Se trata de diseñar un nuevo modelo dominicano, donde la inversión privada, el acompañamiento estatal y la participación comunitaria se integren bajo un mismo objetivo: desarrollo con dignidad. Formar a los actores locales, fortalecer las rutas internas, generar contenido cultural y diseñar políticas fiscales e incentivos que premien lo sostenible debe ser parte de una política de Estado.
Un sur que ya no espera, construye
Lo que antes era promesa, hoy es presente. El sur se levanta, y lo hace no con ruido, sino con raíces. Desde Cabo Rojo hasta Ocoa Bay, pasando por los cafetales de Ocoa y los manglares de Barahona, emerge una narrativa distinta: la del turismo que no desplaza, sino que abraza; que no destruye, sino que cultiva. En este nuevo sur, la República Dominicana tiene su oportunidad más clara para diversificar su oferta turística, fortalecer su identidad y construir futuro. Un turismo con historia, con sabor, con humanidad. Un turismo que no solo llena habitaciones, sino que llena el alma.
El autor es director comercial de Constructora Incaribe, experto en turismo e inversiones inmobiliarias, y articulista de opinión en El Nuevo Diario.
Por Joan Feliz
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