Anacaona bella princesa taína, noble y poderosa asesinada por Ovando

 
Anacaona, la cacique aborigen que desafió a Cristóbal Colón y fue condenada  a una trágica muerte

MARTES, 27 FEBRERO, 2024:  En esta época donde las diatribas de los políticos acaparan los titulares en los medios de comunicación, he querido hacer un aparte para resaltar la nobleza de la princesa Anacaona.

Esta preciosa mujer aborigen, fue una cacique taína de Quisqueya que gobernó el Cacicazgo de Jaragua tras la muerte de su hermano Bohechío y estaba casada con el bravo cacique Caonabo quien gobernaba el Cacicazgo de Maguana, el cual era de origen caribe y arawako.

Haciéndole honor a su nombre que en el lenguaje taíno significa "flor de oro", Anacaona fue una princesa taína bella y poderosa, pero, además, fue una mujer culta y talentosa que creyó en la paz y la convivencia.

Aseguran varios cronistas de Indias, que Anacaona era respetada y querida, no sólo por su estatus, sino también por componer poesías y canciones, con las que se destacaba en los areítos, que era la principal manifestación cultural y religiosa de los taínos.

Cabe recordar que los areitos consistían en cantos, recitación de mitos, bailes cadenciosos y el célebre rito de La Cohoba, eventos con los cuales se celebraban eventos importantes en la sociedad indígena, como la visita de un cacique o el éxito de la cosecha.

De la unión conyugal de Anacaona y el cacique Caonabo, nació la princesa Higüemota que años después fue la madre de Mencía, la esposa del noble taíno Guarocuyá, Enrique Bejo o popularmente Enriquillo, el cacique que a principios del siglo XVI se alzó en rebelión contra las autoridades españolas de la isla Española

Anacaona queda viuda en el 1496, luego de que su esposo el cacique Caonabo pereció ahogado al hundirse en un naufragio frente a la isla de Saona, el galeón que lo transportaba cautivo hacia España, luego que con artimañas fue hecho prisionero por el conquistador español Alonso de Ojeda en 1495.

Según cuenta el primer cronista de las Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo, Anacaona la reina viuda de Maguana tras perder a su consorte se fue a vivir con su hermano Bohechío en la vecina comarca de Jaragua, donde a pesar del deterioro de la relación con los conquistadores, la nobleza de Anacaona fue tal que persuadió a sus parientes para que recibieran en son de paz a Bartolomé Colón (hermano menor de Cristóbal Colón).

Transcurría el año 1502 y muere el cacique Bohechío, por lo cual en reconocimiento a su valor e ingenio Anacaona fue nombrada cacica de la "médula" de toda la isla como lo fue el cacicazgo de Jaragua en un momento donde La Española estaba desbarajustada debido a una rebelión de españoles frustrados y un levantamiento de varios caciques indígenas que luchaban contra los invasores.

Con la llegada de los españoles, la actitud de Anacaona ante los intrusos europeos fue positiva, ya que estoicamente a pesar de las cuantiosas amarguras que abusivamente les hicieron vivir, nunca dejó de abogar por la paz y la convivencia consciente de la fortaleza de los conquistadores.

Desde nuestra óptica, la desgracia mayor de Anacaona se produce con la llegada el 15 de abril 1502, del recio comendador de Lares fray Nicolás de Ovando, quien arribó al Nuevo Mundo con el título de gobernador y administrador colonial de La Española, sucediendo en el cargo a Francisco Fernández de Bobadilla.

Ovando, se propuso pacificar la isla y puso de inmediato en la mira al lejano cacicazgo de Jaragua lugar donde se habían refugiado los españoles sublevados, además, le habían llegado los falaces rumores de que supuestamente Anacaona y otros caciques aborígenes estaban conspirando en contra de la Corona Española.

El gobernador organizó a sus tropas de 70 hombres a caballo, 200 peones y una jauría de feroces canes, partiendo rumbo a Jaragua, allí Anacaona organizaba un gran recibimiento y lo esperó en la plaza principal de ese cacicazgo un domingo de julio de 1503, con gran fiesta de areitos (bailes y cantos), como era su costumbre.

Al referido evento asistieron múltiples caciques tribales que eran súbditos de Anacaona, quien fue de las últimas personas en llegar a la plaza con su hija la princesa Higüemota y otras mujeres líderes.

Como una muestra de respeto, Anacaona participó de un areíto ante Ovando, ya que también andaba acompañada por más de 300 doncellas, mujeres por casar, todas criadas suyas, quienes bailaron en la danza especial de bienvenida, sin imaginar el macabro plan urdido por los perversos españoles.

Luego de varias demostraciones de la celebración taína, astutamente los agasajados invitaron a los indígenas a reunirse en un gran bohío de madera y paja en el poblado de "Guava" cerca de la actual Léogâne en la actual Haití, pues querían presuntamente corresponder a los honores recibidos y les brindarían un espectáculo propio.

Embelesados por las muestras diplomáticas de los españoles, más de 80 caciques tribales y sus séquitos desarmados y entusiasmados, se congregaron en el interior del bohío a presenciar un torneo, cuando Nicolas de Ovando se arrancó un crucifijo que tenía en su pecho, dando así una señal preestablecida a sus hombres que atacaron a los nativos apresaron a Anacaona y quemaron vivos a cientos de taínos.

Esta acción criminal es conocida en la historia como La Matanza de Jaragua, en donde también fueron aniquilados ferozmente los indígenas que estaban afuera ya que los españoles les cortaron las piernas a los niños mientras corrían y si algún español intentaba salvar a un niño subiéndolo a su caballo, otro venía y "atravesaba al niño con una lanza".

Anacaona fue obligada a presenciar una encarnizada masacre contra su pueblo por parte de los españoles hambrientos de oro y otras riquezas, quienes liderados por Ovando le simularon un juicio penal condenándola a la horca bajo los cargos de conspirar contra la Corona, y hasta el día de hoy este crimen de lesa humanidad aún no ha sido sancionado.

La grandeza de Anacaona fue resaltada por el destacado compositor puertorriqueño Tite Curet Alonzo en una canción que escribió la cual fue interpretada por el inmenso Cheo Feliciano a ritmo de salsa, cuyas letras os compartiré con ustedes dilectos lectores como epilogo de este humilde escrito.

Anacaona, india de raza cautiva

Anacaona, de la región primitiva

Anacaona, oí tu voz

Cómo lloró, cuánto gimió

Anacaona, oí la voz

De tu angustiado corazón

Tu libertad nunca llegó, ne ne ne ne ne na na

Alma de blanca paloma, Anacaona

Anacaona, areito de Anacaona

Pero india que muere llorando

Muere, pero no perdona, no perdona, no

Esa negra que es de raza noble y abatida

Pero que fue valentona, Anacaona

Oye, según la historia lo cuenta

Dicen que fue a la cañona Anacaona

La tribu entera la llora

Porque fue buena negrona, Anacaona

Y recordando, recordando lo que pasó

La tribu, la tribu ya se enfogona

Anacaona, areito de Anacaona.

Puerto Plata Digital.

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